Dos cosas están cambiando en España: somos más pobres y más gordos.
Es razonable pensar que si tenemos menos poder adquisitivo para comprar comida, la obesidad debería disminuir e incluso haber desnutrición por el hambre que pasan muchas familias, a las que no les queda más remedio que acudir a los bancos de alimentos o comedores sociales, pero no.
Ante tal peculiaridad, uno se pregunta qué motivos causan este desequilibrio. Es simple, la industria alimentaria.
Esto es un juego de niños, me explico: oferto productos de sabor agradable, elaborados con ingredientes baratos y, digamos “poco recomendables” para la salud (véanse snacks, refrescos, golosinas,…), los pongo casi en cualquier parte del planeta, al acceso de toda persona y con un precio tan bajo que roza lo desleal.
Es sólo cuestión de tiempo, que la gente de nivel económico más ajustado empiece a observar que les compensa más tomar un menú completo por 3€, que gastar la mitad de ese precio en una bolsa de ensalada de 100 gramos.
Está más que demostrado que los productos mencionados antes, provocan con su uso continuado enfermedades tales como obesidad, diabetes o enfermedades cardiovasculares, siendo estas las primeras causas de hospitalización, tratamiento y mortalidad en España.
Insulinas, anticoagulantes, reductores de colesterol y otros cientos de medicamentos nos hacen aumentar la deuda, ya elevada, que tenemos con las farmacéuticas, a las que este juego les trae pingües beneficios.
Y no se salvan todo tipo de batidos, quemagrasas, saciantes, anticelulíticos, suplementos y otros “productos milagro”, de muy dudosa finalidad y no tan dudoso riesgo, que vuelven a engañar al consumidor haciéndole creer que en ellos está la solución, cuando en realidad está simplemente en una buena información.
Miles de millones en gastos de sanidad causados, por algo tan fácil de regular, como aumentar la fiscalización de aquellos productos, tal y como se hace con el tabaco.
Ahora en tiempos de crisis, donde se mira al dedillo de donde pegar el tijeretazo es, por decir algo suave, curioso que se mire más tocar la educación, la sanidad y los servicios sociales que no hacerlo con el todopoderoso sector.
El consumidor, y más que nada su salud, es el único perjudicado en este juego de niños.
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