Hay que mirar bien las etiquetas al hacer la compra. Ahora os enseñamos el motivo:
Cuando se habla de azúcar a todos nos viene a la cabeza el terrón blanco que cae en el café con leche y nos endulza la mañana. Pero el verdadero problema está en el azúcar que no vemos, cuando se pone disfraces como “Dextrosa” o “Jarabes de glucosa” y que se añade en cantidades estratosféricas a una amplia gama de productos como salsas, pan de molde, cereales de desayuno o lácteos.
Es este último un caso curioso por ejemplo en los yogures.
Por ley, la única diferencia de un yogur normal a uno desnatado es que se reduzca la grasa que contiene a menos de medio gramo por cada 100 de producto… pero no tienen que reducir el azúcar añadido, incluso pueden echarle más que antes, eso no importa.
La reducción de la grasa apenas afecta al total de calorías del producto (a lo que engorda), pero sí que influye, y mucho, la cantidad de azúcar.
¿El resultado? Yogures que tienen prácticamente las mismas calorías que el normal, con un sabor exquisito gracias a la cantidad de azúcar que tienen y con la sensación en el consumidor de saludable e incluso de propiedades “adelgazantes”.
Esto se repite en otros lácteos como petits o yogures líquidos, ampliamente usado para los niños.
La solución se encuentra en las opciones edulcoradas o con edulcorantes, ya que estos no aportan ninguna o casi ninguna caloría extra. Por poner un ejemplo, un yogur entero y azucarado puede tener las mismas calorías que dos yogures desnatados y edulcorados. ¿A que así da gusto tomar el postre?
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